2 EN KAUAI. DÍA 1: LA ISLA JARDÍN
Nos levantamos temprano en nuestra última mañana en la isla
de Hawaii para ponernos rumbo a nuestra siguiente isla, Kauai, la isla jardín,
y no para menos. Kauai es uno de los sitios de toda la tierra que más llueve, y
esto se traduce en un terreno rico en tonos verdes. Pero ojo, no todo son
lluvias. Playas preciosas y rincones espectaculares hacen de esta isla otro
paraíso terrenal. Si queréis conocer sus secretos, sigue leyendo.
Como hemos dicho, nos levantamos temprano y nos pusimos en
marcha hacia el aeropuerto. Dejamos el coche en el aparcamiento sano y salvo, y
nos encaminamos hacia la terminal. El aeropuerto de Kailua Kona parece un
chiringuito de playa y los controles no son muy exhaustivos. Después del
control más corto de todas nuestras vidas, nos fuimos a desayunar al único
sitio que tiene el aeropuerto mientras esperábamos nuestro avión.
El vuelo entre islas le hicimos con Hawaiian Airlines, el
cual despegó a su hora y aterrizó unos minutos antes. Durante el vuelo de 40
minutos te dan un zumito y unas galletas. El vuelo fue un gusto, pues además de
que fue corto, tenías espacio para estirar las piernas, y todo estaba bastante
limpio. Tras sobrevolar casi el completo del archipiélago hawaiano, aterrizamos
en Kauai. El clima era lluvioso pero cálido (25ºC aprox.), y con mucho ánimo
nos dirigimos a coger el coche que habíamos alquilado con Avis. Después de diez
minutos de gestiones y de rechazar el superseguro que te ofrecen (Acordaros que
lo mejor es contratar un seguro a terceros que os saldrá mucho más barato), nos
dieron un Nissan Versa. Esta vez sí, nos tuvimos que conformar con un
cochecito, pero que te llevaba de A a B como cualquier otro. Salimos del
aeropuerto y nos dirigimos hacia Kapaa a comer algo, que está al norte del
aeropuerto. Por la carretera te vas dando cuenta de que la isla está
básicamente destinada al turismo, pero sin overbooking. Quizás fuera por las
inundaciones de hacía unas semanas, pero no estaba masificado de gente, por lo
que en ese aspecto tuvimos suerte.
Después de unas pocas millas, llegamos a Kapaa, un
pueblecito con casas típicas hawaiianas muy colorido, lleno de restaurantes y
tiendas de souvenirs (algunos de lujo, como preciosos ukeleles). Tras dar una
vuelta y empaparnos de las buenas vibraciones que se respiraba allí, optamos
por comer en un sitio de comida mexicana llamado Tacos Pacos, que tenía las
tres B´s.
Imagen 1. Colores y Frutas |
Imagen 2. Paco's Tacos |
Imagen 3. Playa de Kapaa con el símbolo de la isla |
Ahora era hora de decidir qué hacer. El check-In era a las
15:00 pero todavía era temprano. Además, para llegar hasta Princeville (que era
donde estaba el AirBnB hay que ir al norte de la isla). Como recomendación os
diremos que, si podéis coger alojamiento de Kapaa para abajo haréis mucho mejor
que cogerlo hacia arriba, ya que las mejores playas se encuentran en este
sitio. Aunque en realidad, toda la isla es una joya y dará igual donde os
quedéis, ya que al norte se encuentra la Bahía de Hanalei y el acceso a la
costa de Napali. Además, la isla se recorre entera en menos de dos horas.
Decidimos finalmente ir a la que es considerada una de las
mejores playas de Estados Unidos, que es Poipu Beach, y que está, por supuesto,
al sur. Tras media hora en coche, disfrutando de las magníficas vistas,
llegamos a una playa soleada de increíbles aguas azules. Visto que la zona con
socorrista estaba llena de gente (aunque tampoco exageradamente), nos fuimos a
un sitio con buenas olas y sin vigilante de la playa (te advierten de que
tengas cuidado con los remolinos que se formas en el agua, porque puedes morir).
Al principio nos metimos con precaución, pero a la media hora ya jugábamos con
las olas como críos pequeños. Lo mejor
de todo fue, cuando después de una hora, toda la playa estaba llena de gente de
todas las edades. Los niños, como los mayores, pasándoselo en grande.
Es inevitable que se vengan a la cabeza imágenes de
películas mientras estás en Hawaii. Imaginaos el agua azul, la arena fina y prácticamente
blanca, las palmeras. Pero para que sea una película falta vida marina. Pues la
madre naturaleza en Kauai te brinda este espectáculo. Mientras nos bañábamos,
una enorme tortuga pasa a nuestro lado como una más, pero es no es lo mejor, al
minuto una foca monje pasa nadando al lado de la tortuga para acabar tumbada en
la playa. Ahora sí, es como estar en una película. Naturaleza en su estado más
puro. La gente respeta a la foca, dejándola espacio para no molestarla (no todo
está perdido en esta sociedad).
Imagen 4. Brennecke's Beach |
Imagen 5. Encuentra a la Foca Monje |
Tras unas horas de diversión en el paraíso y de tomar el
sol, decidimos poner rumbo hacia Princeville y hacer el checkIn.
Recorriendo la zona norte de la isla, si miras hacia el
interior de esta, los árboles dejan entrever impresionantes llanuras de hierba
verde que acaban en montañas de formaciones únicas. Estas llanuras verdes son
propiedad privada, grandes ranchos que pertenecen a una persona o familia que
cobra por entrar en un sitio natural. Sí, vergonzoso.
Imagen 6. Vistas dirección Princeville |
Al final llegamos a Princeville, que es una villa de lujo
con campo de golf, repleta de apartamentos y casas en un recinto privado. El
apartamento en el que nos hospedamos está genial y cubre todas las necesidades
básicas, incluso crema de aloe vera y rosa mosqueta, que vino como anillo al
dedo al día siguiente (historia que contaremos en el siguiente post).
Cansados, nos fuimos a coger provisiones para el día
siguiente, y cenamos en un tailandés al lado de donde estábamos que no estaba
mal. Ese día acabamos muy cansados, y al día siguiente viviríamos una de las
experiencias de nuestras vidas. Si no os lo queréis perder, os esperamos en el
siguiente post.
Esperamos que os haya gustado, un abrazo.
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