Lo dejamos en Pepeekeo, en aquel AirBnB de las hamacas en
medio de la selva. Las hamacas no son tan cómodas como una buena cama, las
cosas como son, sin embargo ya podemos decir que hemos dormido en hamacas en
Hawaii, lo cual siempre puedes comentar a cualquiera que se meta contigo para
dejarle fatal. “Sí, yo seré muy feo, pero he dormido en una hamaca en Hawaii y tú
no, so feo”. Pero dejemos de desvariar.
Lo primero que hicimos aquel día nada más levantarnos, es
coger nuestro AirBnB para aquella noche, ya que el que teníamos había sido
cancelado porque se situaba en la zona donde el volcán Kilauea estaba juguetón
abriendo sus franjas de lava (Esperemos que la mujer del apartamento esté bien).
Al final contactamos con una pareja que vivía en Kailua Kona, pero a eso iremos
más adelante.
Después de desayunar y despedirnos del hombre que regentaba
el lugar, nos dirigimos hacia nuestro primer destino de ese día, las Akaka Falls (Cataratas
Akaka), que se situaban a unos cinco kilómetros de donde estábamos. Cuando
llegas, hay un parking en el que tiene que pagar 5 dólares para poder aparcar.
Básicamente es el precio de entrada al parque, que es estatal. El parque es muy
pequeño, es decir, sólo tiene una ruta vallada que no llega a dos kilómetros,
pero las vistas que hay son impresionantes. La obra maestra del parque es un
salto de agua de 130 metros que no deja indiferente a nadie.
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Imagen 7. Encuentra al personaje...
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Cuando acabamos nuestro paseíto por las Akaka, nos dirigimos
hacia Hilo para recrearnos con vistas bastantes parecidas a las que habíamos contemplado. Por el camino recorrimos una ruta escénica de unos cinco kilómetros que iba al lado de la costa, aunque la espesa vegetación no permitía ver nada, sin embargo en medio de la ruta, al lado de un jardín botánico, vimos un rinconcito muy bonito con una pequeña "playa" con unas vistas dignas de pararse a contemplar durante un rato.
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Imagen 8. Juancar y sus cacahuetes disfrutando de las vistas |
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Imagen 9. IN-CRE-I-BLE |
Después de la breve parada nos dirigimos, ahora si, hacia nuestro siguiente destino. Se trata de las Rainbow Falls, ubicadas también en el parque estatal que las da
nombre, pero en el que a diferencia del otro, no hay que pagar nada. Aquí ni
siquiera hay ruta, tan sólo un par de miradores desde el que puedes contemplar
las caudalosas aguas:
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Imagen 10. En las Rainbow Falls
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Imagen 11. Rainbow Falls |
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Imagen 12. Flores Hawaianas |
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Imagen 12. Bosque al lado de las Rainbow |
Al lado izquierdo de las cataratas, también hay una bonita
zona de gigantes banianos que crean un entorno con mucha personalidad. Y os
estaréis preguntando, ¿qué es un baniano? Pues para lo que no lo habéis
buscando ya en google, aquí os dejamos unas fotos:
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Imagen 13. Los banianos |
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Imagen 14. Baniano madre |
Después de la visita a los dos parque llegó el momento de
comer, y nos dirigimos a un sitio muy típico de Hilo, que se llama Cafe100,
pero estaba cerrado. Por eso siempre hay que tener un plan B, y al final
acabamos en el Kens House of Pancakes, en el que pedimos una hamburguesa y un
plato típico Hawaiano llamado Loko Moko, que es simplemente arroz, carne de
algún tipo, un par de huevos y salsa. Ambos platos no eran nada del otro mundo,
pero si buscáis algo barato este es vuestro sitio.
Si buscáis en el mapa playas de Hilo, os saldrán unas
cuantas a lo largo de la zona donde se ubica el aeropuerto. Nada más comer, nos
dirigimos a una de las playas recomendadas, la playa Carlsmith, que es una playa
que se asienta sobre lava volcánica. Las formaciones de esta a su encuentro con
el agua, han formado diversas piscinas naturales en las que puedes disfrutar de
un chapuzón, pero el ambiente no es muy relajado. Hay una zona de hierba,
dominada por la gente local, en la que podrías poner tu toalla y relajarte, de
no ser porque la zona está saturada y hay muchísimo ruido y movimiento,
asemejándose más el lugar a la fiesta de algún famoso en la piscina de su casa.
El sitio está bonito para tirar alguna foto como ésta:
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Imagen 15. Playa Carlsmith |
Visto el percal, fuimos hacia la playa Onekahakaha, que
también venía recomendada, y aunque el ambiente era más relajado y familiar, el
único sitio en el que podías echar la toalla era sobre piedra volcánica a 50
grados Celsius de temperatura. Además, la zona de baño te cubre poco más de los
tobillos y está plagado de pequeños erizos de mar que te advierten de que no te
metas en el agua si no es con algo que lleve suela. A su favor diremos que, al
igual que Carlsmith, el sitio es único, y la mezcla de colores que forman la
piedra negra y los tonos azules del océano lo hacen ideal para fotografiar
bonitos recuerdos.
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Imagen 16. Playa Onekahakaha |
Como las que se suponían mejores playas de Hilo no nos
convencieron mucho para relajarnos y disfrutar de un buen baño, nos dirigimos
hacia otro de nuestros destinos, que era el centro de visitantes del Mauna Kea,
a una media hora de la ciudad. El cambio de paisaje es alucinante. Sin casi
darte cuenta, las nubes te rodean densas y no deja divisar mucho más que unos
metros a ambos lados de la carretera. Cuando por fin éstas se disipan, te das
cuenta que el terreno rico en grandes árboles verdes ha dado paso a extensas
llanuras de roca volcánica cubiertas por hierba. El cambio de presión se nota,
ya que en media hora has alcanzado los 3000 metros de altitud cuando llegas al
centro de visitantes. Nuestra visita fue instantánea, ya que desde allí no se
veía nada por las nubes, y para subir al pico necesitas un 4x4.
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Imagen 17. Nos encontramos una florecilla en la lava |
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Imagen 18. Felicidad |
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Imagen 19. Mauna Kea visitor centre
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Un poco decepcionados, dejamos el centro de visitantes y nos
encaminamos hacia Kailua Kona, donde se encontraba el AirBnB de aquella noche.
Los paisajes hasta Kailua son impresionantes, y en cierto momento, si las nubes
te lo permiten (a nosotros nos dejaron), se puede ver una vista muy bonita de
toda la costa oeste mientras bajas por la carretera observando el atardecer.
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Imagen 20. Atardecer e Kailua Kona |
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Imagen 21. Atardecer en Kailua Kona |
El AirBnB que habíamos cogido para aquella noche estaba en
una finca privada y la casa formaba una magnífica terraza al océano pacífico.
Ésta era impresionante y los dueños supermajos. Cuando llegamos estuvimos
hablando un rato, pero rápido dejamos las maletas y nos encaminamos hacia la parte
de la costa de Kailua. La ciudad nos dejó muy buen sabor de boca, porque tienes
un montón de sitios a los que ir para cenar o tomar algo, es decir, se ve que
está enfocado más al turismo que otros sitios en los que habíamos estado, pero
sin llegar a saturarse. Aquella noche cenamos en un tailandés contemplando la
puesta de sol, y cerramos así la aventura en nuestra tercera noche por Big
Island.
Tras cenar nos encaminamos de nuevo hacia la casa, nos
duchamos y dormimos como lirones en una cama tamaño King Size, descansando para
lo que nos depararía el día siguiente.
Esperamos que os haya gustado nuestra experiencia. Un abrazo
a todos.
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