2 EN BIG ISLAND: DIA 1 Y 2



Todos conocéis Hawaii, eso indudablemente. Unos con quizás más detalle y otros lo conoceréis solo de oídas. Pero seguramente que algunos de los términos que se os vendrán a la cabeza cuando oís la palabra “Hawaii” son, por ejemplo: paraíso, playas, volcanes, Jurassic Park, Lost, etc. Y la verdad, que aparte de que, sí, en estas islas se han rodado impresionantes películas y series aprovechando sus increíbles escenarios, Hawaii es tierra de volcanes, playas de aguas cristalinas y formaciones geológicas únicas que conforman un inolvidable paraíso. Si queréis saber más, seguid leyendo este diario de nuestros dos primeros días en Big Island, el cual no os dejará indiferente.


Imagen 1. Hiilawe Falls

Emocionadísimos, sabiendo que estamos a punto de cumplir uno de nuestros sueños, nos embarcamos en un vuelo de cerca de seis horas con la compañía Delta, desde Seattle hasta Kailua Kona, al oeste de Big Island. Nos internamos en el Pacífico sabiendo que el volcán Kilauea está erupcionando. Vamos avisando de que esto nos afectó mínimamente, y que la prensa sensacionaliza absolutamente todo. El vuelo con Delta está bastante bien. Sale a su hora, llegamos a tiempo, y en el aire nos dan snacks y bebidas durante prácticamente todo el trayecto. Cuando por fin vemos tierra desde el avión, unas vistas impresionantes nos abren el apetito de aventuras.
Al aterrizar nos vamos directos a por el coche que hemos alquilado con Thrifty. El seguro con Thrifty es carísimo por lo que cogimos un seguro a terceros con Allianz. En la recepción, como siempre, te intentan meter miedo, pero nuestro consejo es que no hagas ni caso. Si te chocas (lo cual si vas con cuidado es muy poco probable), seguramente tendrás problemas con cualquier aseguradora. Tú eliges si prefieres pagar 10 o 40 dólares al día.
En principio habíamos alquilado un coche básico, pero tuvimos la suerte  de que no les quedaban y se vieron obligados a darnos uno de gama más alta por el mismo precio. El coche que nos dieron fue un Chevrolet Cruze prácticamente nuevo que iba genial. Empezando bien las vacaciones nos encaminamos a nuestro primer airBnB. Aconsejamos mucho el coger airBnb. De esta manera las vacaciones os saldrán mucho más baratas, y de hecho, si sabes elegir bien, te sentirás en muchos casos mejor que en cualquier hotel.
Nuestro primer airBnb se encontraba en Waikoloa Village, al norte de Kailua Kona. Guiándonos por las indicaciones conseguimos encontrar la casa fácilmente. Cuando llamamos a la puerta, Kana, una mujer japonesa superhippie y su marido nos dieron la bienvenida con una gran sonrisa. Nos enseñó la habitación, nos dijo que podíamos coger agua, preparar café y usar lo que tuviéramos a nuestra disposición. En nuestra conversación, la preguntamos por el terremoto que había tenido lugar unas horas antes de aterrizar, y para nuestra sorpresa, nos contestó riéndose que había temblado toda la casa. Y por supuesto, nos dijo que ya estaban acostumbrados a que pasaran ese tipo de cosas.
Después de hacer el Check-In fuimos a comprar algo para cenar en el KTA, que es uno de los mejores supermercados que nos encontramos en Big Island. El precio de las cosas, algo más caro que en Seattle, pero bueno, el paraíso se paga. Tras cenar y con la compra hecha para el día siguiente, nos fuimos, agotados, a dormir.


Imagen 2. Vistas del airBnb en Waikoloa


Comenzamos el día temprano, a eso de las 5:30 am estábamos en pie contemplando el amanecer desde la terraza de la habitación. El aire que se respiraba era puro, y sólo se oía el sonido de los pájaros. Todo lo demás era paz. Desayunamos un café y un trozo de un bollo de canela que compramos el día anterior. Con las pilas cargadas nos encaminamos hacia el norte, hacia el valle de Waipio, donde empezaba nuestra primera aventura en Hawaii. El día anterior, al llegar casi de noche, no pudimos contemplar las vistas que deja esta genial isla en cada paso que recorres. Sin embargo, aquella mañana empezamos a degustar lo que te puede ofrecer Hawaii. El día era claro, y de camino al norte se podía divisar los extensos planos verdes sobre roca volcánica que se extienden kilómetros y se pierden allá en la niebla.
Cuando llegamos a Waipio el día es claro y el sol calienta la piel. Para esa mañana teníamos planeado ruta a caballo por el valle, y pegados de tiempo, buscamos el rancho, que no viene muy bien indicado. A pocos minutos para que empiece la ruta, llegamos al punto de encuentro justo a tiempo. Allí nos esperan Maika y Suso, nuestros dos guías aquel día, gente muy maja y que recomendamos muchísimo.
Después de registrarnos y firmar el papel de rigor en el que no se hacen responsables de los daños que puedas ocasionarte, nos meten a todo el grupo en una furgoneta 4x4 con reductora (no se puede bajar al valle de Waipio al no ser que sea en 4x4) , y nos encaminamos a coger los caballos. En el trayecto, con cuestas de pendiente de 25%, podemos observar las impresionantes vistas de los acantilados que deja el Waipio en su límite con el mar. También vemos caballos salvajes, y un montón de flora típica de Hawaii, así como interminables frutas exóticas, como papayas, piñas, cocos, bananas, y otras cuyos nombres no recordamos y tampoco habíamos visto en nuestras vidas.
Cuando llegamos al rancho, cogemos los caballos. A mí (Juancar) me toca el menos dócil, de hecho se llamaba Bronco, pero poco a poco conseguí que confiara en mí y más o menos me hacía caso. La ruta transcurrió por el susodicho valle, que se hizo muy corta a pesar de que fueron prácticamente dos horas. Sin embargo, al trasero le vino bien que no fuera más tiempo. Maika y Suso nos fueron contando cosas interesantes por el camino, como los frutos que se puede comer y cuales son venenosos, los nombres de las cascadas que nos rodean, etc. Al final nos dieron de comer un fruto blanco de tacto aterciopelado cuyo árbol necesita doce años para empezar a generar, por lo que supongo que nos tuvimos que sentir afortunados. La verdad, que fue muy buen detalle por su parte. Acabamos con buen sabor de boca, aunque nos hubiera gustado acercarnos un poco más a la costa, donde las vistas son más bonitas aún si cabe.




Imagen 3. A caballo en Wapio Valley

Imagen 4. Alguna de las muchas cataratas de Waipio Valley


Nada más acabar cogemos el coche y ponemos rumbo de nuevo hacia la costa oeste, donde se supone están las mejores playas de Big Island. Casi llegando a la zona de costa de Waikoloa nos encontramos con un cártel que nos indica la playa, aunque al girar nos damos cuenta de que hay una caseta a la entrada de un camino muy bien cuidado con un guardia dentro. Nos pide que nos acerquemos con una sonrisa, Reichel y yo ya nos tememos el sablazo para entrar, sin embargo nos dice  que esperemos que va a revisar si hay algún hueco para el coche. Al final nos abre la valla y nos da un permiso. Pasamos por una serie de hoteles muy de lujo estilo Hawaiiano, hasta que llegamos a nuestro aparcamiento. La verdad que todos nuestros malos pensamientos se disiparon cuando vimos la playa, que resulta ser la mejor que hay en Big Island, y la mejor que vimos en el viaje, la cual nos dejó el listón superalto, aunque tranquilos, porque estuvimos en otras playas también que fueron de ensueño.
Tras aparcar el coche, nos encaminamos a la playa, y nos encontramos con esto:


Imagen 5. Playa en Waikoloa


Imagen 6. Playa en Waikoloa


¿No es una de las mejores playas que habéis visto en vuestra vida?  Pues si váis a Big Island id buscando la caseta del guardia al norte de Waikoloa.
Pasamos unas cuantas horas disfrutando de un tiempo increíble y de las aguas cristalinas que bañaban la playa, un balcón hacia el casi infinito pacífico.
Al final nos encaminamos hacia nuestro segundo AirBnb, que se encontraba en la costa este, al norte de Hilo, a una hora y pico de la playa en la que estábamos. Del clima caluroso de la playa nos metemos en una lluvia cálida que moja y mantiene el verdor en Hawaii. Tras unas millas en coche, llegamos a Pepeekeo, pueblo en el que se encontraba el hospedaje de aquel día. Para hacerlo un poco más emocionante, cogimos una cabaña con hamacas en medio de la selva. Para llegar hasta allí tuvimos que pasar por una carretera en bastante mal estado pero espectacular. Al final, lo encontramos no sin cierta dificultad y nos encaminamos a hacer el checkIn. El hombre que se encarga de las cabañas, que no el propietario, tiene edad de estar jubilado, y nos cuenta que está allí un tiempo aunque él es de Ohio y tiene a su mujer allá en el continente. Muy majo, nos da un paraguas, una linterna y nos dice que podemos usar la ducha y todo lo que la casa ofrecía. Pero antes de que se haga de noche, nos encaminamos a Hilo a por algo de comida, que está a unos 10km.
A la vuelta, ya cenados, nos pegamos un enjabonado en una ducha al aire libre cuyo, en la que puedes contemplar toda la selva, eso sí, a oscuras. Duchados y cansados nos tumbamos en las hamacas, dejándonos llevar por el suave balanceo y el débil y sincronizado sonido de los insectos que llaman a Morfeo (que poético).


Imagen 7. Camino a nuestro airBnb




Esperamos que os haya gustado este post en nuestros dos primeros días en Hawaii. Si queréis saber más, tendréis más emocionantes historias en los próximos días. Un abrazo enorme.

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